Las redes interpersonales ocultas, portadoras de capital social
Cuando pensamos en nuestras interacciones personales, esas de la vida cotidiana (incluyendo a familiares, amigos y compañeros de trabajo), no podemos evitar acordarnos, igualmente, de quienes tenemos tiempo sin saber de ellos, o ya no están físicamente con nosotros, pero que aún forman parte de nuestros afectos personales. A simple vista, esas redes de interacciones pareciera que sólo están conformadas por personas de nuestra cotidianidad; sin embargo, como se sabe, contienen partes que no percibimos directamente, pero que influyen en nosotros y que podríamos llamar la parte oculta de nuestras redes, referidas de ese modo por el profesor David Burkos (2018). Una de esas partes “invisibles” la representan los contactos indirectos y antiguas amistades (“lazos durmientes”); y, la otra, son nuestros bienamados difuntos (“lazos eternos”).
Esas tres categorías de la Amistad presentes en nuestras vidas, las reflejamos en la Tecnología Social SAI con distintos estatus, a saber: activo, pasivo y fallecido; y, las interacciones con esas amistades, a mayor o menor medida, son generadoras de capital social según sea la intensidad, fuerte o débil, de los lazos existentes, al considerar su carácter multidimensional. Sobremanera, nos interesa estudiar las relaciones interpersonales con actores, tanto activos (“lazos fuertes” y “lazos débiles”), como pasivos (“lazos durmientes”). Lo importante es entender que existe valor (capital social) en todas estas relaciones, aunque solamente algunas de ellas sean perceptibles.
Un tipo especial de lazo débil es aquel producido por la relación indirecta, entre actores sociales que se encuentran separados en la red, por uno o más individuos. La literatura científica indica que el efecto de la influencia puede sentirse de manera significativa, hasta el caso cuando son tres las personas interpuestas (Burkos, 2018). Debe, entonces, quedarnos claro que estamos más interconectados de lo que pudiésemos pensar y que, por lo tanto, el número de relaciones en nuestras redes personales es mucho mayor del esperado, al incluir a los contactos directos e indirectos; es decir, a los amigos de mis amigos, a quienes posiblemente ni siquiera conozca.
Los lazos durmientes se caracterizan por su antigüedad, porque alguna vez fueron lazos fuertes y dejaron de serlo, transformándose en lazos débiles. Es el caso de ex compañeros de estudio o de trabajo, a quienes dejamos de ver por mucho tiempo; no obstante, rápidamente recobran su fortaleza, luego de muy pocas interacciones. Además, los puntos de vista aportados por este tipo de contacto nos resultan, en la mayoría de los casos, novedosos porque provienen de otros círculos sociales, con los cuales no tenemos interacción. Inclusive, aparte de la confianza, nos ofrecen su tiempo, con mayores niveles de motivación que los de otros tipos de lazos débiles.
Los lazos eternos existirán mientras vivamos. Su valor (capital social) lo percibimos claramente al usar la Tecnología Social SAI, aun cuando se trate de lazos inactivos (fallecidos), como lo son también los lazos durmientes (pasivos). Cualquiera sea la forma que tome un lazo débil, en nuestras redes personales, se trata de contactos de gran valor: indirectos, durmientes o eternos. Al mismo tiempo, el análisis de las redes sociales (ARS) personales se enriquece con cualquier tipo de lazo débil, por tratarse de los más numerosos, en términos relativos, con respecto a los lazos fuertes, permitiendo aumentar el capital social si son utilizados apropiadamente. Increíble, pero en la vida real, un lazo débil puede resultar siéndonos igual o más útil que un lazo fuerte.
José María Rodríguez, PhD